Edición de imagen: Armando Madrazo Contreras |
Hablar de Leticia siempre
ha sido para mí como hablar de drogas, de poder, de percepciones, de emociones,
del tiempo y del espacio.
Sin lugar a dudas, ella es un manantial de placer. Elegante
y modesta, verla produce encanto, Leticia es libre y como si tuviera alas vuela
con ímpetu, pasión y deseos despiadados.
Hablar de Leticia es filosofar de todo y de nada, por eso no es lo más
importante hablar de ella, lo mejor es disfrutarla.
Leticia tiene una voz que
cambia todo el tiempo, a veces es viento que susurra al amanecer o tempestad
nocturna. Si la escuchas con atención podrás escuchar la música de la
naturaleza, orquestas interestelares, sonidos de ave, de árbol, de hoja, de
mamífero, de estrella. Su piel transparente toma el color del cielo, del agua,
de la sangre, del pasto, su piel es luz líquida que se seca, que se absorbe,
que acaricia suave y delicadamente al contacto con ella, con Leticia.
La conocí un viernes de
enero, me la presentó mi novia Jimena, me resulta un poco raro escribir esto,
pero es importante que lo diga, pues este encuentro generó la confianza para
tratar más a Leticia y tener futuros encuentros en los que mi novia ya no
estaría presente.
Fragmento de "Leticia Sueña Despierta" de Armando Madrazo Contreras.