Pintura de Francisco Gali. Tomada de Con sabor a Veracruz |
La envolvía la
fina brisa
del verano,
un tenue dejo de
despojo
y aire,
como si nada la
atara
al temblor de
mis ojos,
aquella
presencia
repleta de humo,
ruinosamente
erguida
sobre la noche
clara,
abría su manto
encubridor de
secretos,
me mostraba su
corazón
inundado de
grillos alados,
amores de un
sólo amor
oculto de ojos
y mundo,
amores que se
dicen
con los labios
cerrados
y las puertas
selladas.
Amores que nadie
nombrara
en la madrugada
de una fiesta de
alcohol,
sino fuera
porque la luna ahorca
con la humana
tristeza
del alfiler
oxidado
en el agua.
Te escarbas, te
hurgas
tu destino de
fruto
cayendo
sobre la tierra
húmeda,
pequeño,
diminuto,
llamando al amor
en las palabras,
porque las
carreteras
están dormidas
para los que
despiertan
con una llama
entre los dedos
parecida a un
cigarro
que ejerce de
lámpara,
en las noches
tibias
del puerto y su
mar,
en la fiesta de
este trópico
feliz,
infestado de
ratas
y cucarachas que
bailan
borrachas de
sol,
ay, entre zapatos
que acuchillan
el falso linaje
de la realidad,
blancos como la
nada,
blancos como tez
de fantasma,
los zapatos
traspasan las paredes,
el silencio, el
malecón.
Las bailarinas
sonríen
inadvertidas al
sigilo de mi ojo
negro anochecido
de belleza
húmeda,
melancolía para
el sopor
de la existencia
que existe.
Las bailarinas
sonríen
como frutos en
flor,
la luna brilla
en los callejones
de Veracruz.
Desnuda de
pétalos
y rosas,
sólo quiero
mirar
el rosal y
negarme rosa,
frágil y
espinosa,
amorosa y
furibunda.
Veracruz, ver. 3
de septiembre 2018.