Por Moisés Cabo Leyva
*Publicado originalmente en la revista digital Cronopios y Divergencias
*Modificado
“Nunca nadie me podrá parar
sólo muerto me podrán callar”.
S.
H.
Ejerzo mi libertad de expresión comentando algunas de las ideas que surgen a partir de la mentada Libertad de
expresión.
De acuerdo al
artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos “todo individuo
tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el
de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir
informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras,
por cualquier medio de expresión.”[1]
En
México se conmemora (se recuerda) el derecho a la libertad de expresión cada 7
de junio, y mundialmente el 3 de mayo. Así que los mexicanos tenemos dos días
para recordar que somos libres de opinar, expresar nuestras ideas sin ser
molestados por ellas. Pero la realidad es otra;
El número de
asesinatos de comunicadores en México –más de 110 desde el 2000, entre ellos 20
en Veracruz– rebasa por mucho la cifra de periodistas que, “se podría asumir,
muriera en las principales zonas de guerra en muchos años”, alertó hoy la
Unidad de Inteligencia de la prestigiosa revista británica The Economist.[2]
Tal
parece que la libertad de expresión en México es más un mito o algo que
anhelamos (o que no conocemos), como tantas otras cosas; justicia, seguridad,
educación, salud, y en general, una vida plena. Y no es que todos los que nos
expresemos seamos asesinados, reprimidos, desaparecidos, o molestados por
nuestras ideas y por difundir nuestras opiniones.
El problema es complejo;
Por
un lado tenemos medios informativos vendidos que trabajan por los
intereses de ciertos grupos; negocios, empresas, personas, partidos políticos y
gobierno. Estos medios desinforman informativos publican lo que conviene
a sus auspiciadores y suprimen u omiten información por el mismo motivo.
Existen también medios informativos independientes serios, que muchas
veces son censurados. Sus periodistas y comunicadores investigan, publican y
difunden información que evidencia actos de corrupción, impunidad, crímenes, y
demás situaciones por las que son violentados, desaparecidos y asesinados.
Este
escenario es bastante conocido y nos hemos acostumbrado a él a tal punto que
nos parece normal que haya represiones a los individuos y grupos que opinan y
se expresan diferente y en contra del gobierno o grupos de poder, así que
cuando nos enteramos que otro periodista fue asesinado, pasamos la mirada a
otra noticia, información, video, fotografía, ilustración o meme, y nos
volvemos indiferentes ante la atrocidad más reciente.
Siguiendo
esta forma de ser, día a día consumimos información de acuerdo a nuestros
intereses, gustos, aficiones e inquietudes, pero también consumimos información
de acuerdo a lo que empresas, medios de comunicación, políticos, amigos y
familiares comparten a través de los diferentes lugares y medios; mensajes
telefónicos, internet, televisión, radio, periódicos y revistas impresos y
digitales, libros, cine, la escuela, el trabajo, la calle…
Somos
consumidores crónicos degenerativos.
¿Cuánta
de la información que consumimos la analizamos, cuestionamos, refutamos? Somos
fanáticos del fútbol, de las telenovelas (“series” les llaman muchos para no
sentirse mal), de candidatos y partidos
políticos, de dioses, santos, vírgenes, religiones, conceptos como Karma, energías, chackras, y demás
cuentos chinos que nos creemos sin oponer la menor resistencia intelectual.
Convirtiéndonos así en personas enajenadas,
estamos en-ajeno, fuera de nosotros, embelesados, fascinados, atontados,
perdemos la razón, y con esto, dejamos de reflexionar, de pensar, quedando sin
un criterio firme que nos ayude a interpretar y transformar nuestra vida
individual y social.
El
día de la libertad de expresión puede ser un llamado para reflexionar primero
que nada sobre la libertad, cuestionarnos sin miedo y con toda honestidad
intelectual, qué entendemos por libertad, qué han entendido y entienden otras
persona, si somos realmente libres como individuos y como sociedad, qué ideas
son propias por reflexión, análisis y rigor lógico, o qué ideas simplemente las
hemos heredado, adoptado o reproducido sin el mínimo análisis tan sólo por
venir de otros; la familia, amigos, escuela, trabajo, medios de comunicación o
religiones.
¿Tenemos
realmente opiniones propias o sólo somos reproductores de otras, que nada
tienen que ver con nuestra vida y que lejos de hacernos los protagonistas de
nuestra existencia nos convierten en espectadores, imitadores y antropoides sin
libertad?
Para
cambiar la situación de violencia, represión, desaparición y asesinatos de
periodistas, comunicadores y toque aquel individuo o grupo que exprese su
opinión y difunda sus ideas, conocimientos e información, primero debemos
empezar por ser individuos libres que formen sociedades libres, honestas,
solidarias, sin miedo a luchar contra la injusticia, corrupción y todo aquello
que nos envilezca como seres humanos.
¿Cómo
podemos trabajar en ello? Primero, no me creas. Analiza y cuestiona lo que te
he dicho en estas líneas porque puedo estar equivocado. Ejerce tu derecho a
tener una opinión, infórmate, investiga, analiza, critica, refuta, comparte tus
ideas, dialoga, puede ser que tú también te equivoques en muchas de las cosas
que crees y que piensas. Conócete a ti mismo y cuestiónate, conoce a los demás
y cuestiónalos, fórmate un criterio propio, y después libera tus dudas, tus
inquietudes, tus emociones, tus ideas, tus aspiraciones, eso quiere decir
expresar, sacar lo que está preso dentro de ti, exprésate y comparte con los
demás.
¿O
tú qué opinas mi querido lector?