El esclavo, ca. 1930. David Alfaro Siqueiros |
No es al pájaro enjaulado al que le
molesta el vuelo de los pájaros libres, es al hombre enjaulado a quien le
molesta la libertad de los que viven afuera de la jaula. De ahí ese recelo de
ayudar al mendigo o al “bueno para nada”, porque la mayoría de los hombres
viven con un resentimiento incrustado en su cuerpo, un resentimiento mal
enfocado porque lo descargan con sus semejantes.
¿Qué diferencia hay entre un mendigo o
un “bueno para nada” y un hombre trabajador?
La principal diferencia es hacia quién
extendemos la mano abierta y vacía, y las horas que a algunos nos roban y que
otros “pierden” como les plazca. Pero las horas perdidas no existen así que no
pueden ser dolorosas, en cambio las horas robadas son nuestras posibilidades de
vivir. Y nadie vive más que el hombre que dispone de su tiempo a su antojo a
grado tal de poseer el lujo de “perder” las horas, de ahí la envidia de los hombres
trabajadores.
Nada tan asqueroso como el placer que le
procura al hombre enjaulado que ya seas uno de ellos. ¡Qué gusto que ya
trabajes! exclama el hombre resentido con la malicia escondida entre sus
dientes. ¡Qué gusto que ya seas uno de nosotros! Dice en su mente el hombre de
cerebro de cacahuate, como si el trabajo fuera un logro que hay que colocar en
un pedestal o como si el trabajo nos hiciera mejores personas. ¡Todo se le
perdona al hombre que trabaja! Porque aquellos tristes hombres tienen la mente
tan estrecha que no tienen algo más en que ocupar sus fuerzas. Por supuesto,
siempre existen las excepciones.
Poca gente hay que entienda que el
trabajo es lo más ordinario que existe, es una necesidad y como tal hay que
verla, cualquiera puede tener un trabajo y llevarlo a cabo, en cambio ir contra
la corriente y vivir afuera de la jaula es lo más difícil de hacer, porque es
tener a la sociedad en tu contra. No importa que seas un artista que trabaje,
ya que la sociedad no entiende otro tipo de trabajo que no sea el de
empleador-esclavo, es por eso que hay quienes piensan que el arte es cosas de
vagos ociosos que se rascan la barriga.
No importa que seas ama de casa y te
dediques a cuidar a tus hijos. No importa que seas la loca que le da de comer a
los gatos, esas acciones no tienen valía para las mentes estrechas.
El trabajo amo- esclavo es lo más
ordinario que hay. Y hay quienes están tan acostumbrados a la jaula que incluso
llegan a olvidar los barrotes que lo cercan, porque el trabajo consume la
fuerza de pensar en otra cosa que no sea el trabajo.
Ante tales circunstancias sólo nos queda
la resistencia de construir una muralla para que los embates del trabajo no
aplaste la totalidad de nuestro pensamiento y seamos capaces de seguir
construyendo universos de belleza.
Yo recomiendo la poesía y la música,
escuchar un poema o una canción antes de ingresar a la jaula para seguir
conservando las alas, eso es lo que hago todas las mañanas, antes de que salga
el sol que sólo los hombres afortunados y “buenos para nada” pueden disfrutar.
Galaxia Guerrero.