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Mostrando las entradas de agosto, 2015

Recorrías el mundo sin saber que te esperaba

Por José Juan López Palacios Recorrías el mundo sin saber que te esperaba sin saber que aquí en mi pecho justo al lado del corazón humano te guardaba. Recorrías el mundo sin saber que te esperaba repartiste tu corazón a falsos profetas del amor  sin mirar que aquí en mi mano está la llama  esa que tanto buscan y nunca hallan. Mírala es tuya brilla mucho a pesar de los años la guardé en un arcano y la puse al final del tiempo donde no corre el agua ni fluye el viento. Te esperaba Te esperaba.

Se llamaba como tú

Había una musa que se llamaba como tú su perfume se escuchaba brillaba a millones de años luz como tú como tú había una musa su melena era de estrellas  que caían como cascadas sobre sus hombros boreales  como tú hablaba con imágenes sonrisas de felicidad sus miradas de preocupación por el universo liberaban vidas  leona sideral recostada sobre verdes primaveras como tú cantaba estaciones y tejía ciclos cósmicos lo sé porque la vi porque la escuché en silencio la toqué con mis miedos y mis sueños como tú se fue.

Se cree poeta

Por Armando Madrazo  Tonto el hombre que se cree poeta, inadaptado cultural bribón filosófico artista payaso. Mago del engaño arquitecto de ilusiones mequetrefe sentimental historiador de alegorías. Poeta del sistema ¡Maldito poeta! Vas como todos olfateando el dinero Enfermo estás poeta y ni las drogas o el sexo te habrán de curar ¡Maldito estás!

NARRACIONES DEL TERCER MUNDO: Uno pedía, el otro me daba y el otro protegía que no le quitara

Por: Francisco  García Caminaba por una de las avenidas más transitadas de la ciudad, pasaba por fuera de una tienda departamental, muy grande, muy concurrida, un lugar donde mucha gente acude, por las incómodas dificultades de pago que ahí ofrecen. Fuera del local alguien me pedía, otro me daba y el último protegía que no le quitaran, por supuesto yo no di, ni recibí, ni quité. Ellos estaban en filita, uno tras otro, no los separaban ni dos pasos de distancia entre sí, pero detrás del pedir, el dar y el cuidar estaba lo mismo, el dinero. El primero era un señor, como todo mendigo lucía algo sucio, no era muy grande, ni se le notaba a la vista alguna deficiencia física, parecía que podía estar desempeñando un trabajo para ganar el dinero que deseaba, pero prefería estirar la mano y poner cara de tristeza esperando obtener algunas monedas. En seguida, sólo un paso delante, había una señorita (o bueno, una mujer joven pa’ no entrar en detalles) quien me daba un volante con infor