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Las bestias le vociferan al sexo. Por Gabriela Lozano.

Imagen de Tomás Rucker



I

Me gusta tocar esa silueta en el labio cuando duermes
Saber que estás a mi costado,
Yo sé que entre tu frente y mi almohada
No hay distancia diferente a la de un suspiro
Tus brazos rodean mi cuello como dos serpientes
Dispuestas a devorar la piel caliente de mi cabeza

II
Quiero tocarte hasta los demonios,
Y encontrarte en la alcoba
Tan dispuesto para irte al infierno
Que no hace falta invitación,
Caen las envestiduras del alma tan despacio
Que la tierra ignora nuestra comunión
Pues nosotros ya no cabemos en esta carne.

III
No puedo hacerte el amor con la palabra
La tinta no continuará siendo el semen hiriente entre mis muslos
Ya no existe la cadencia en el verso
Los senos dejaron de ser prosa,
¡Oh! Musas desnudas y estoicas
Excitan lo mismo que una caricia en la mejilla
El sexo ha muerto en manos de la poesía
Fue follado tan tiernamente
Que los cuerpos sólo encuentran repulsión.

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