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Crónica de una noche.

 
Mujer dormida sobre el lecho, o La indolente. De Pierre Bonnard

Por La Marea


Me encantan...

Llegamos y encendemos la luz... No se apaga, nadie quiere que se apague.

Les doy un beso.

Me quito el vestido, ellos me ven y luego hacen lo mismo.

La abrazo.

Veo sus ojos, sonrió y le doy otro beso.

Porque...

Con ella me pierdo en la curva que hace su cadera cuando se acuesta de lado, la forma en que la luz llega a su piel, la hace ver aún más interesante de lo que es, ella está ahí para pasar un rato y yo me enamoro solo de verla, no necesita decir más, no necesita ser nada más.

Es asombrosa, besarla me hace sentir como conecta su lengua con su ser y no tiene miedo, solo disfruta que la toque, que la toque sin fuerza, con intención de disfrutarla, deja de pensar, escucho como el razonamiento se apaga y se permite estar conmigo y que la vea a los ojos.. Y le diga cuanto me gustan sus curvas, me gusta que no hable, porque ya me lo está diciendo todo.

Con él es diferente, no es mejor, solo es diferente.

De él, me vuelve loca la inteligencia con la que ha disfrutado su vida, su voz y las palabras tan precisas que ha elegido para hacerme saber que soy la mujer más importante del mundo.

Ha disfrutado tanto su vida que cuando lo conocí ya había un halo de luz a su alrededor, que me hace sentir que podríamos seguir emitiendo felicidad juntos o separados, sus charlas son interesantes e inteligentes, amo a la gente inteligente.

Cuando él me besa puedo sentir cómo me desea, que mi piel y la suya son uno de los vehículos para sentir placer, escucho su respiración con fuerza que me hace entender lo mucho que estaba esperando para oler mi cuello, toca todo mi cuerpo y lo disfruta, le gusta la humedad... Y escuchar su nombre, ver como lo disfruto y recordarlo también.

 Después...

Nos besamos.

Platicamos un rato.

Nos quedamos dormidos.

Paso mucho tiempo pensándolos y les escribo para que el recuerdo conserve su magia.

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