Foto: Monserrat Cazorla. |
Duele, duele tanto que
siento cómo el sol arde en mi piel.
Duele tanto que me quema
las entrañas, que me duele incluso respirar.
Mi pecho está hundido, y
mis pulmones arden tanto como si el infierno mismo estuviera dentro de mis vísceras.
He observado los ojos del
egoísmo, y la sonrisa de la muerte y duele.
Duele verla sonreír, y
mis heridas sangran de nuevo, como si un puñal estuviera clavado, clavado, tan
clavado que la sangre se ha convertido solo en una enorme mancha oscura, oscura
y vacía, como yo.
¿Cuándo podrán sanar
estas llagas del pasado? No estoy segura de que pueda.
Celis me dijo que las
personas nos dañan desde que nos conciben, desde ahí vienen los estragos, desde
ahí no te quiere; y yo le creo, le creo, porque hay dolores más profundos que los
que notas en mi cara cuando no digo nada y entrecierro los ojos para dejar de
sentirme sola, oh, mi dulce niña, ve a las más de 100 personas que vienen a tu
lado en el metrobús de las 4 pm y aún así en medio de la muchedumbre te sientes
sola.
¿Cómo es posible esto?
¿Por qué aun estando en medio de todos me siento la persona más miserable del
mundo? Ahora la ansiedad me pesa, no puedo respirar y mi cuerpo duele, y la
única persona que me reconfortaba hace años que ya no está.
He pensado en ti, mucho
en ti, ¿serás tú la que me duele? Eso tampoco lo sé, pero lo que sí sé es que
lo único que me hace respirar por las mañanas es la diminuta esperanza de que
voy a estar contigo pronto, que quiero verte pronto.
Los árboles de jacarandas
ya ríen y tienen flores, la primavera llegó antes de lo pensado, pero sigo sin
entender por qué aquí adentro aún hay una niña que llueve, llueve y llora, ya
traté de consolarla, pero nada funciona, y lo único que dice es que está
cansada, tan cansada, y yo solo me paralizo, no sé qué decir y no sé si llorar
también o enojarme, o sólo quedarme ahí sin decir nada, nada, nada.
Papá me llamó hace días y
me dijo: “No tengas miedo, se fuerte y llora, llora todo lo que te duela”,
escuché cómo su corazón se rompía en pedacitos y su voz se cortaba, hace días
de la última llamada de mamá, yo estaba derrotada y solo quería dormir, dormir
para siempre, y ella no volvió a llamar más, la espero, aún espero que el “amor
de madre” pueda más que su orgullo, yo sé que a ella aún le duelen muchas cosas
que no dice, que está muy enojada por las decisiones que tomé cuando se fue,
pero ella no sabe que el día que se fue, empacó todas las cosas de la casa, se
llevó todo, hasta los últimos recuerdos y se marchó, me dejó ahí, a lado de su
desprecio y de los últimos vasos que había en la alacena, permanecí ahí, mucho
tiempo, tanto que si te asomas un día por equivocación, notarás mis sombras, se
fue y se llevó todo, todo menos a mí.