Yo te quiero, sí, pero de otro modo, de lado izquierdo.
No quiero ser Adán a como tampoco quiero que tú seas Eva, seamos la manzana que hizo el prodigio del encuentro de sus cuerpos: el pecado.
Y dejemos que los otros, entorno nuestro nos idolatren y pequen.
No quiero ser Adán a como tampoco quiero que tú seas Eva, seamos la manzana que hizo el prodigio del encuentro de sus cuerpos: el pecado.
Y dejemos que los otros, entorno nuestro nos idolatren y pequen.
No quiero ser Jesús
a como
tampoco quiero que
tú seas La
Magdalena, seamos aquella marca
dibujada por unos
dedos callosos en
el polvo.
Y dejemos que los hipócritas y envidiosos lancen la primera piedra.
Y dejemos que los hipócritas y envidiosos lancen la primera piedra.
No quiero ser Sansón a como tampoco
quiero que tú seas Dalila, seamos aquellas manos que sujetan la tijera del peluquero y desmienten la
corona opresiva de los
reyes. Y con una
sola quijada matemos a mil filisteos.
No quiero ser Romeo a como tampoco quiero que tú seas Julieta,
seamos la daga y el veneno, trampolines para su amor eterno, la muerte.
Y dejemos que los Montescos y los Caputetos nunca entiendan el amor postmortem.
No quiero ser Abelardo a como tampoco quiero que tú seas Eloísa, seamos la tinta y el papel de aquellas epístolas cargadas de erotismo teológico-filosófico, que provocaron que aquellos amantes se
sigan amando hasta en la tumba.
Y dejemos que las manos sigan dirigiéndose más a los senos que a los libros.
Y dejemos que las manos sigan dirigiéndose más a los senos que a los libros.
No quiero ser como esos amantes clásicos.
Seamos solamente los dos,
con nuestros deseos, virtudes, pensamientos, contingencias y finitudes, siempre de lado izquierdo.
Y desde este mundo, amor, seamos amantes de nuestro tiempo.
Y desde este mundo, amor, seamos amantes de nuestro tiempo.
----------