Por Armando Madrazo Contreras
Tanto el fútbol mexicano como la frustración selección mexicana de fútbol son esperanza y catarsis para la sociedad mexicana.

El negocio del fútbol como lo vivimos a través de su masificación mediática, es la interiorización de la opresión y la desigualdad social como cosa natural; los goles son la afirmación de superioridad sobre los otros. Hay "países" que por naturaleza son buenos para el fútbol como Brasil, Italia, Argentina, Holanda, España, etcétera, porque "claro", hay países que son superiores a otros, como Alemania. Es que es por naturaleza. El fútbol como espectáculo nos reafirma esta pretendida superioridad natural. Y claro, no faltan los grupos económicos y políticos que se benefician de ello para seguir haciendo de las suyas robos, manipulación y control social.

Esta mentalidad mediocre se extiende en todos los aspectos de la vida de millones de mexicanos. Pero aquí reaparece la esperanza "para el próximo partido sí ganamos", "para el próximo mundial sí ganamos", o como decía Chava Flores, "pero eso sí, mañana sí que lo hago".

Ganar un partido significa que sí se puede, que sí somos chingones, que sí somos superiores a otros, y que el fútbol sí es el deporte más chingón. Sí, la esperanza es buena y debemos conservarla, alimentarla, sufrirla y pregonarla.
La catarsis.
¡Sí se puede!
Esta catarsis incluye mentadas de madre a los ineficientes jugadores y directores técnicos, pero antes es necesario hacerse el mártir, y decir que nos robaron los goles o el partido, para que la culpa de la derrota no sea nuestra, sea culpa de otros.
¿Entonces vemos o no el fútbol?
Si el pueblo quiere fútbol, hay que darle fútbol.
Pero si el pueblo quiere seguridad social, educación, agua potable, luz, internet, libertad de expresión y un estado de derecho.
Hay que darle al pueblo lo que pide, no sólo esperanza y catarsis.