José Eliud García
Medrano
Una de las grandes
preocupaciones del hombre, ha sido el saber si tiene o no la capacidad de ser
libre, y si la tiene, bajo qué circunstancias se da.
La cuestión se
presenta cuando el joven, el adulto, el padre de familia, el ama de casa, el
hombre de la calle, en fin, cualquier persona se plantean las siguientes
cuestiones: Cómo es posible la libertad, si en primer lugar no soy la causa de
mi existencia, y más aún, me doy cuenta de que si todo en la naturaleza está
causado, y yo soy parte de esa naturaleza, concluyo que también yo estoy
causado. A pesar de todo ello, ¿Será posible la existencia de la libertad?
Por otro lado, soy
consciente de que mi ser está conformado por una serie de necesidades, como el
lenguaje, la convivencia social, la educación y la moral entre otras. ¿Por qué
tengo que obedecer y respetar ciertas normas, si yo no las hice? ¿Por qué tengo
que ser responsable de una conducta que yo no elegí?
Estas preocupaciones
han sido siempre acompañadas por otras no menos importantes como: probablemente
la libertad consiste en hacer lo que uno quiera, pero si esto es así, entonces
correría el riesgo de afectar el derecho del otro a que se le respete, o bien,
mi comportamiento en nada se diferenciaría de los animales porque ellos actúan
movidos por sus deseos, por sus impulsos.
Entonces, ¿en qué
consistirá la libertad? porque si no se tiene la posibilidad de elegir y actuar
conforme a lo que se eligió, nadie puede ser responsable moralmente, y por lo
tanto la libre elección no es más que una ilusión. De este modo, al no haber
responsabilidad, tampoco tendría por qué haber sanciones.
Tal vez parece que
esta es la problemática de nuestro tiempo. Unas veces se le ve como un hacer y
decir lo que uno siente, creyendo ser auténtico, sin importar las
circunstancias u ofensas hacia otros. Otras veces el individuo, sobre todo en
la etapa de la juventud, se cree libre porque según él, rompe con las normas
elementales de su casa, de su hogar, de la escuela y de la sociedad,
argumentando que tiene libertad, que tiene derechos, pero eso sí, sin ninguna
obligación. A propósito de derechos, hoy se habla mucho de los derechos
humanos, del niño, de la mujer, del estudiante, del ciudadano etcétera, pero
debería también hablarse de las obligaciones de la mujer, del niño, etcétera.
En nuestra sociedad
se es libre de injuriar, de calumniar, de andar harapiento, de vestir como
antropoide, de embrutecerse con alcohol y drogas, pero de lo que no se es
libre, es de cambiar la Constitución, de quitar a los funcionarios deshonestos,
de hacer que la burocracia trabaje con eficiencia, de cambiar de una vez por
todas la programación televisiva que embrutece y rebaja la dignidad del hombre,
y así miles de ejemplos. ¿Vivimos entonces en una ficción de libertad? ¿No será
posible al menos en buena parte rescatar nuestra libertad?
Parece ser que para
que se de la libertad es imprescindible que exista consciencia, primero, de que
soy un ser limitado y necesitado, que necesito de los demás, de la sociedad,
que si acepto libre y conscientemente vivir en este núcleo social, llámese
casa, escuela, familia, trabajo etcétera, también deberé aceptar sus normas.
Justamente soy libre, porque bien puedo elegir otro núcleo social, por ejemplo,
el mundo de las drogas, del hampa, en donde también habrá normas, y de ello
debo estar plenamente consciente. Por otro lado, si soy consciente de elegir,
también tendré que ser consciente de todo lo que acarrea mi decisión, sólo así,
seré plenamente responsable de mis actos y responderé ante cualquiera, de mi
conducta.
¿Con qué criterio se
podrá jugar a la moralidad de mis actos, si no se presupone la libertad?
Además, la libertad se presenta ante mí, a veces como un dato de la experiencia
cotidiana, otras veces la capto como una convicción que no proviene del entorno
que me rodea, sobre todo en el sector de mi moral. En la esfera de la moral, la
experimento y doy por hecho que sí soy libre, ya que puedo querer o no querer,
querer esto o aquello.
Otro aspecto
relevante de la libertad es el siguiente: si observamos con detenimiento el
universo que nos rodea, nos percatamos de que el único ser capaz de progresar,
capaz de hacer ciencia, capaz de hacer arte, y capaz de autodeterminación es el
hombre, y por tanto el único ser que hace historia, y todo ello gracias a la
libertad.