Por José Juan López Palacios
Altiva caminas por las calles de Xalapa
muy segura de ti misma y con paso firme
ni el chipichipi te espanta.
Vas por ahí desarmando a los hombres
paralizando corazones y despertando pasiones
con el simple hecho de mirar.
Y sabiéndome inerme a tu hechicería
te entrego mi alma, esa que hiciste tuya
aquel día, en aquella facultad
cuando llevabas de la mano a un animal.
Soy uno de tus víctimas que sucumbió
a tus ojos y el metal de tu sonrisa
por favor no me pidas que te explique ahora
qué pienso del perlado de tu risa.
Te cuento mujer altiva y segura
que me perdí en la espesura
de las ondas largas y negras de tu cabello
y mejor no te digo de las veces que me soñé abrazado a tu cintura.
Altiva y segura caminas las calles de la ciudad
consciente que es 8 de octubre
y a la cita tarde no quieres llegar.
El mismo café que sólo tres veces hemos podido disfrutar.
muy segura de ti misma y con paso firme
ni el chipichipi te espanta.
Vas por ahí desarmando a los hombres
paralizando corazones y despertando pasiones
con el simple hecho de mirar.
Y sabiéndome inerme a tu hechicería
te entrego mi alma, esa que hiciste tuya
aquel día, en aquella facultad
cuando llevabas de la mano a un animal.
Soy uno de tus víctimas que sucumbió
a tus ojos y el metal de tu sonrisa
por favor no me pidas que te explique ahora
qué pienso del perlado de tu risa.
Te cuento mujer altiva y segura
que me perdí en la espesura
de las ondas largas y negras de tu cabello
y mejor no te digo de las veces que me soñé abrazado a tu cintura.
Altiva y segura caminas las calles de la ciudad
consciente que es 8 de octubre
y a la cita tarde no quieres llegar.
El mismo café que sólo tres veces hemos podido disfrutar.